Bueno, pues vamos a ir terminando.
El tercer día comenzó a las 3:30 de la mañana, y se hizo muy largo. A las 4:00 salíamos a por los gallos lira, y a las 4:30 llegábamos al supuesto sitio donde podríamos verles. Tuvimos la tremenda suerte de pillarles nada más bajarnos del coche, y estuvimos disfrutando de nueve ejemplares, bastante lejos, pero se dejaron disfrutar. Como una media hora después se internaron en el pinar y dedujimos que ya no se dejarían ver durante el resto del día, y que esa era la razón para llegar al lugar tan temprano. Esto es lo que hay; no sé si Pepe, con su zoom adicional, pudo sacar algo "más mejor".

De vuelta al hotel, para desayunar y recoger a los que no se habían animado al madrugón, intentamos urogallo en varias paradas, sabiendo que era muy complicado. No hubo suerte, pero esos minúsculos mosquitos (midges) se hartaron de mordernos; ¿cómo pueden pegar esos bocados bichitos tan mínimos? Muchos corzos.
Tras desayunar nos dirigimos a unas pistas de esquí y comenzamos la ascensión, intentando localizar los lagópodos. Uno común ya habíamos visto Pepe y yo (creo que los demás ni iban mirando) desde el coche la tarde anterior. Después de mucho escudriñar, conseguimos localizar una cabecita que se escondía entre la hierba y matorral de forma portentosa, desapareciendo ante nuestras narices cada vez que le apetecía. Poco más tarde localizamos una hembra que se dejó querer algo más y, mientras "afotábamos" a ésta, una familia al completo se nos presentó y se dejó querer a placer.
Lagópodo común.




Continuamos la ascensión con la esperanza de ver al más difícil lagópodo alpino (también escribano nival). A medida que ascendíamos la niebla se iba haciendo más y más espesa, hasta que se vio claro que poco íbamos a ver, a no ser que se nos plantara uno en las narices. Con disgusto se decidió comenzar a bajar (Pepe y yo nos hicimos los remolones, por ver si se nos aparecía el bicho, pero ninguno de los dos se fue a mear, que es cuando aparecen). Una comadreja cruzó por delante del coche a toda velocidad.
De esta caminata tiene Pepe una anécdota muy chula.
De vuelta al hotel, paramos en una reserva famosa por sus parejas nidificantes de pescadoras, que son realmente unas estrellas mediáticas. Nos ofrecieron una charla muy interesante sobre el año completo en la vida de la pareja, con los mejores momentos de su webcam.

Una vez más, unos cuanto comederos estaban muy entretenidos. Los lúganos los más abundantes aquí.

Paramos también en otro lago (no he conseguido acordarme de este nombre), con una importante colonia de cría de gaviota cana, otra pescadora, una barbaridad de gansos y alguna cosilla más. Y una lluvia ya muy persistente.

Al día siguiente, ye de vuelta hacia Edimburgo, paramos en una laguna (Avielochan) para ver unos cuantos zampullines cuellirojos; preciosos, después de verlos en invierno tan sosos y lejanos en Ortigueira y Santoña.

Y por último en una presa, famosa por sus saltos de salmones (ahora no era momento) pero donde pudimos ver las serretas grande y mediana, y ya sí que empaparnos bien a gusto.
Por mi parte, fin del relato, salvo comentarios adicionales. Me dejo mucho que contar, pero creo que está lo más interesante.
Gracias por la paciencia.